18 de marzo de 2012


De sobra sabes que eres el primero, que no miento si juro que daría por ti la vida entera. Y sin embargo un rato cada día te engañaría con cualquiera. Mitad arrepentida y encantada de haberte conocido, lo confieso. Tu que tanto has besado, tu que me has enseñado. Porque una casa sin ti es una embajada, el pasillo de un tren de madrugada, un laberinto sin luz ni vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada. Y me envenenan los besos que voy dando, y sin embargo cuando duermo sin ti contigo sueño, y con todos si duermes a mi lado. Y si te vas me voy por los tejados, como un gato sin dueño, perdida en el 
pañuelo de amarguras que empañan sin mancharla tu hermosura.
No debería contarlo y sin embargo cuando pido la llave de un hotel y a la media noche encargo un buen champan francés, y cena con velitas para dos siempre es con otra amor, nunca contigo bien sabes lo que digo.  Porque una casa sin ti es una oficina, un teléfono ardiendo en la cabina, una palmera en el museo de cera, un éxodo de oscuras golondrinas.
Y cuando vuelves hay fiesta en la cocina y baile sin orquesta y ramos de rosas, con espinas. Pero dos no es igual que uno más uno. Y el lunes, al café del desayuno, vuelve la guerra fría y al cielo de tu boca el purgatorio y al dormitorio el pan de cada día.

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